Este domingo 5 de junio se estarán realizando elecciones en seis estados del país: Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Durango, Aguascalientes y Tamaulipas, para elegir gobernantes y en algunos casos congreso local y hasta ayuntamientos.
Precedidas estas elecciones de campañas polarizadas y de contraste, de acuerdo con los últimos sondeos, pareciera ser claro el resultado que se obtendría:
Oaxaca, Hidalgo, Quintana Roo y Tamaulipas, con una ventaja de más de dos dígitos de diferencia entre el primero y el segundo lugares. En Aguascalientes y Durango, con pronósticos de competencia cerrada, difíciles de determinar sin haber concluido la jornada electoral.
Sin embargo, es conveniente hacer una serie de reflexiones en torno a este proceso.
De las seis entidades federativas que participarán en esta jornada electoral, dos (Hidalgo y Oaxaca) son gobernadas por el PRI, y las otras cuatro por el PAN o alianzas encabezadas por ese partido.
Esto implica que ambos podrían ser derrotados electoralmente en una proporción de cinco a uno o cuatro a dos, a pesar de haber concretado la coalición que en el pasado se antojaba imposible, pero que se vio obligada a reunirse ante la irrupción electoral de MORENA, por sobrevivencia y para mantener su presencia en estos estados en el proceso electoral.
Casi siempre resulta una regla general que la ciudadanía castigue y premie en las urnas a sus gobiernos mediante una acción secreta y silenciosa, pero efectiva, al enfrentarse a la boleta el día de la elección.
Independientemente de la evaluación de los gobiernos estatales del país, se califica también el Gobierno federal, al presidente de la República. Y aquí deseo detenerme por una razón elemental: esta elección la está definiendo el titular del Poder Ejecutivo federal, pues al votar, la ciudadana y el ciudadano expresan su confianza o su rechazo al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin minimizar la presencia de las candidatas y los candidatos a las gubernaturas y a otros puestos de elección, es más fuerte el símbolo presidencial. Categóricamente afirmo que éste sí traslada una parte significativa de su respaldo social a las y los aspirantes de su partido, a pesar de que los procesos internos de selección pudieran haber sido accidentados o con inconformidades.
Por otra parte, la oposición luce debilitada y dispersa, ausente de una estrategia que vincule y atraiga al electorado a sufragar, lo cual demuestra que aún las alianzas, fusiones y coaliciones entre partidos se deben meditar con un programa y un proyecto, sin precipitarse, porque no se trata de una simple suma aritmética; de ser así, estados como Hidalgo, Tamaulipas o Durango serían imbatibles en la delantera electoral.
Hay quienes atribuyen sus resultados a la ausencia de Movimiento Ciudadano, para constituir un bloque más compacto, pero pueden estar en un error, en virtud de que este partido ha decidido caminar solo en los comicios locales y federales para ganar identidad y ocupar un espacio vacío en el espectro político electoral como una organización política emergente, más atractiva y fresca para las y los votantes, sin embargo, pienso que en el 2024 caminarán juntos los actores que componen este bloque, presentando candidatos y candidatas únicos de los cuatro partidos políticos; es lo natural, después del resultado de este 5 de junio, y su primer experimento podría ser en el Estado de México, dado que en Coahuila el PRI se sobreestima, pensando que no necesita compañeros de viaje.
MORENA, a pesar de tener dificultades en su organización y estructura, por la falta de actualización y renovación de sus liderazgos locales y nacionales, así como por su vida orgánica deficiente y su falta de disciplina partidaria, camina agrandando sus espacios de gobierno y control institucional. Esto le asegura la ratificación en el proceso electoral próximo de 2024.
Sin embargo, otros factores pudieran incidir en dificultar este pronóstico, pero del análisis de ellos nos ocuparemos en otro momento.
Cuatro o cinco entidades federativas del país ganadas por MORENA es una buena noticia para el movimiento social que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En tan sólo ocho años de vida, este partido logró lo que ninguna fuerza política ha realizado: podría tener 21 o hasta 22 estados del país bajo sus siglas. Plausible y sorprendente.
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